Como decíamos el otro día... Los mitos de la antigua Grecia son tan sugestivos y poderosos que han incendiado siempre la imaginación de los hombres en todas las épocas, y aún hoy lo siguen haciendo. La literatura, tanto oral como escrita, se sigue haciendo eco de ellos para nuestro asombro y disfrute.
El mito pelasgo de la creación quizá sea el más antiguo de ellos. Se origino en las tierras más orientales del Mediterráneo, cuando los hombres y las mujeres de aquellos lugares descubrieron el arte de la agricultura, hace apenas 3.000 o 4.000 años y a partir de ello pudieron asentarse en un territorio.
El mito pelasgo de la creación
Los pelasgos eran el pueblo primitivo que habitaba lo que hoy en día es Grecia. Éstos tenían una postura matriarcal basada en la concepción primigenia de una Diosa Madre. Su mito de la creación afirmaba que en un principio:
Eurínome, la diosa de todas las cosas surgió del Caos, pero no encontró nada sólido en donde apoyar los pies y a causa de ello, separó el mar del firmamento y danzó solitaria entre sus olas en dirección sur. Entonces apareció el viento Bóreas, que junto con la diosa Madre dieron origen a la enorme serpiente Ofión. Más tarde, la diosa madre quedó en cinta de Ofión, tras lo cual ésta se transformó en paloma y a su debido tiempo puso el huevo universal. La serpiente Ofión se enroscó siete veces alrededor del huevo hasta que se empolló y se abrió. De él salieron todos los seres y elementos del Cosmos.
Eurínome y Ofión fijaron su morada en el Monte Olimpo. Pero cuando Ofion irritó a su compañera adjudicándose el título de autor del universo, ésta le pegó tan tremendo puntapié que le arrancó los dientes y los arrojó a la tierra al pie del Olimpo. Seguidamente la diosa creó siete potencias planetarias y colocó una Titánide y un Titán en cada una: Tía e Hiperión para el sol, Febe y Atlante para la luna, Dione y Crío para el planeta Marte, Metis y Geos para Mercurio, Temis y Eurimedonte para Júpiter, Tetis y Océano para Venus, y Rea y Cronos para Saturno. Guardadores todos de la sucesión del tiempo.
Sin embargo en esta armoniosa creación faltaba el hombre, y entonces apareció Pelasgo, brotó de los dientes de Ofión enterrados en el abismo de Arcadia. Pelasgo fue aclamado como jefe de los cultivadores y precursor de la humanidad.
Dioses, mujeres y hombres se sometieron a la diosa, y le rindieron culto con el nombre de "la gran Diosa Madre".