En su breve y amena obra "Lecciones de física" el autor, Carlo Rovelli da un breve repaso a los hallazgos científicos encontrados en los últimos años. La revolución científica del siglo XX: Cuantos, campos gravitatorios, relatividad... de como el universo puede dilatarse y extenderse; y del lugar que los humanos ocupamos en él.
En el gran cuadro de la ciencia moderna hay muchas cosas que no entendemos, y una de las que entendemos menos somos a nosotros mismos. Nosotros, los seres humanos, somos los sujetos que observan el mundo, los autores, colectivos de esta fotografía de la realidad. Somos el producto de una red de intercambios, en la que nos pasamos unos a otros imágenes, instrumentos, información y conocimientos. Pero también somos parte integrante del mundo que vemos; no somos observadores externos: estamos situados en él. Estamos hechos de los mismos átomos y de las mismas señales de luz que se intercambian los pinos en las montañas y las estrellas en las galaxias.
Esta comunicación entre nosotros y el mundo no es algo que nos diferencie del resto de la naturaleza. Las cosas del mundo interactúan de continuo unas con otras, y al hacerlo el estado de cada una de ellas lleva la huella del estado de aquellas con quien ha interactuado. Una gota de lluvia contiene información sobre la presencia de una nube en el cielo; un reloj tiene información sobre la hora del día; el viento nos transmite información sobre una tormenta cercana; el virus del resfriado tiene información sobre la vulnerabilidad de mi nariz y el ADN de nuestras células contiene toda la información sobre nuestro código genético, que hace que me parezca a mi madre, y mi cerebro bulle de información acumulada durante mi experiencia. La materia prima de nuestros pensamientos está constituida por una riquísima información recogida, intercambiada, acumulada y constantemente elaborada.
Somos una fuente de asombro para nosotros mismos. Tenemos cien mil millones de neuronas en nuestro cerebro, tantas como estrellas una galaxia, y un número aun mayor de uniones y combinaciones en las que éstas pueden encontrarse. De todo esto no somos conscientes; pero somos el proceso formado por esa complejidad.
El mundo es complejo, y nosotros lo captamos con distintos lenguajes. Cada proceso complejo puede afrontarse y comprenderse con lenguajes diferentes a niveles diferentes. Los diversos lenguajes se entrecruzan, entrelazan y enriquecen mutuamente. El estudio de nuestra psicología se perfecciona comprendiendo la bioquímica de nuestro cerebro.
Nuestros valores, nuestras emociones, no son menos verdaderos por el hecho de formar parte de la naturaleza, de ser compartidos con el mundo animal, o por venir determinados por los millones de años de evolución de nuestra especie. Por lo mismo, son aún más verdaderos. Nuestra realidad está constituida por nuestras sociedades, por la emoción de la música, por las ricas redes entrelazadas de nuestro saber común, que hemos construido juntos.
Somos una especie curiosa, del género Homo.
Nacemos y morimos como nacen y mueren las estrellas, tanto individual como colectivamente. Ésa es nuestra realidad. Para nosotros, precisamente por su naturaleza efímera, la vida es preciosa. Porque, como escribe Lucrecio:
"Nuestro apetito de vida es voraz; nuestra sed de vida, insaciable"
...todos hemos nacido de la semilla celeste;
todos tenemos el mismo padre,
de quien la tierra, la madre que nos alimenta,
recibe límpidas gotas de lluvia,
y luego produce el luminoso trigo,
y los árboles lozanos,
y la raza humana.
(De rerum natura, II, 991-997)