El blog de Teresa. teresamonterde.blogspot.com

domingo, 5 de noviembre de 2017

NO ME CONTÉIS MÁS CUENTOS. LEÓN FELIPE



Ya se han contado todos.

Todos se han dicho y se han escrito.

Y todos se han ovillado y archivado.

Los ha contado el viejo patriarca,

los han cantado el coro y la nodriza

los ha dicho un idiota, lleno de estrépito y de furia,

se han grabado en la ventana y en la rueda

y se han guardado en cajas fuertes las matrices.

"¡Cuentos!... ¡Cuentos!.. ¡Cuentos!... "
Pero yo no quiero cuentos...

No me contéis más cuentos.


Se todos los cuentos

Yo no sé muchas cosas, es verdad.

Digo tan sólo lo que he visto.

Y he visto:


que la cuna del hombre la mecen con cuentos,

que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,

que el llanto del hombre lo taponan en cuentos,

que los huesos del hombre los entierran con cuentos...

y que el miedo del hombre...

ha inventado todos los cuentos.

Yo sé muy pocas cosas, es verdad.

Pero me han dormido con todos los cuentos...

y sé todos los cuentos.

Paco Ibáñez-Parábola (León Felipe)


https://www.youtube.com/watch?v=heRWkjR-XXY&list=RDheRWkjR-XXY


jueves, 2 de noviembre de 2017

EL ARTE DE DORMIRSE, O EL ARTE DE ABURRIRSE


      Para dormirse fácil y rápidamente es necesario no poseer fortuna, ni en metálico ni en bienes raíces, y no dedicarse tampoco a la especulación en bolsa; no tener afición por nada ni cariño por nadie, no ser responsable, de ninguna persona ni preocuparse por su salud o su bienestar; no aspirar a tener ningún talento. Si además de todo esto te vas a la cama sin cenar, tan solo con un vaso de agua azucarada, aumentaras mucho las posibilidades de dormirte pronto.



      ¡Con la cantidad de medios que existen para dormirse rápidamente! Contar ovejitas, repasar la tabla de multiplicar, entonar una y otra vez la misma melodía, deslizar suavemente el dedo por el rostro, etc, etc. Todos buenos remedios, pero que no sirven para nada.

      En realidad es una desgracia que las personas se entretengan tanto consigo mismas. ¡Pero se está tan a gusto hablando con la almohada! La almohada no bosteza cuando hablamos con ella, nos escucha, es la mejor compañera. ¿De qué habla uno con la almohada? ¡De uno mismo! ¡De uno mismo! ¡De uno mismo! ¿Puede uno dormirse con una conversación tan interesante? Sería una ofensa a uno mismo.

      Conozco a escritores que logran adormecer a todo el público con la lectura de sus obras; luego se las leen ellos mismos por la noche, y ni rastro de sueño. 

     Conozco a personas que cuentan anécdotas de forma compulsiva; si las cuentan en público la gente cae dormida al instante de aburrimiento; pero cuando se las repiten a ellos mismos, noche tras noche en su cama, se divierten tanto que son incapaces de dormirse.

      Me reafirmo en mi creencia, de que el mayor impedimento para conciliar el sueño es el dichoso amor propio.

      Conozco sujetos con un efecto soporífero tal, que si te cruzas con ellos por la calle no te queda otra que buscar apoyo en la primera fachada para echar una cabezadita hasta que haya pasado. ¡Y esos son justo los que se quejan de insomnio! Deben de huir de sí mismos por la noche y sufrir un trastorno de personalidad.

      Dicen que para dormirse pronto hay que apagar la luz. ¡Tonterías! También allí donde reinan las tinieblas se oye la queja: “No me puedo dormir”. La luz no es obstáculo, el primer hombre se dormía sin problemas a la luz del día y de las estrellas. Que el primer hombre se durmiese rápido apuntala mi teoría: para dormirse pronto hay que carecer de bienes, no amar a nadie, no entender nada, no saber leer y no estar casado.

    Cuanto más libre es la fantasía, más fácil resulta dormirse; cuanto más insulsa, más difícil: de ahí que se duerma mucho en la juventud y poco en la vejez: yo misma estoy ahora desvelada y trato de arrullarme, y es que escribo estas lineas en la cama, y no puedo dormirme.
     No tengo nada, ni dineros, ni amor, ni me adorna ningún talento, reúno todos las requisitos necesarios para dormirme, y soy incapaz de conciliar el sueño.

     He leído primero un par de páginas de mi propia cosecha y no he conseguido dormirme. ¡Es desesperante! ¡Hasta tres veces he leído lo que acabo de escribir y ni rastro de sueño! Soy incapaz de producirme aburrimiento. Pasaré la noche en vela. Pero tú, querido lector, te has dormido ya. ¡Buenas noches.
                                              
                                   Moses Saphir. Periodista húngaro