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domingo, 26 de marzo de 2017

"SIGUEN LAS PENURIAS DE LA VIEJA".


    Admirada quedé al oír la lengua de mi patria, y sorprendida de las palabras que aquel hombre profería, le contesté que otras desventuras mayores había que aquella que él se lamentaba, y le puse al corriente de los  horrores sobre mí venidos; luego me desmaye. El desconocido me llevo a una casa vecina, hizo que me diesen de comer, me sirvió, me consoló y me dijo que nunca había visto a mujer alguna más hermosa, ni sentido más la pérdida de lo que nadie podía devolverle.

    
     Nací en Nápoles, me dijo, ciudad en donde todos los años castran a dos o tres mil niños, parte de los cuales mueren, parte adquieren una voz más hermosa que la de las mujeres. A mí me hicieron tal operación y he sido músico de la capilla de la señora princesa de Palestina.
    - ¡De mi madre! -exclamé.
    - ¿De vuestra madre? -articuló el napolitano, echándose a llorar. ¿Seriáis vos la princesita a quién instruí hasta la edad de siete años y que ya prometía ser tan hermosa como vos?
    -¡Yo misma soy! Mi madre se encuentra a cuatrocientos pasos de aquí, despedazada sobre un montón de cadáveres....
    Le conté cuanto había pasado, y él me contó también su vida; una potencia cristiana lo envío al rey de Marruecos con objeto de suministrar pólvora, cañones y barcos a fin de aniquilar el comercio de los demás cristianos.
    -Mi misión ha sido cumplida, y voy a embarcarme en Ceuta, desde donde os conduciré a Italia. Mi querida niña...
    Con lágrimas en los ojos le di las gracias al italiano, el cual, en vez de conducirme a Italia me llevó a Argel, donde me vendió al rey de esta provincia.   Apenas me hubo vendido el italiano, cuando en Argel se declaró una horrible peste que dio la vuelta al Asia, al África y a Europa. Pero, ¿sabéis que es la peste?
    En África es muy común; yo la tuve. Figuraos que situación para una hija de papa, joven de quince años, que en tres meses había pasado por la pobreza y la esclavitud, sido violada un día si y otro también, visto descuartizar a su madre, padeció hambre, sufrió la guerra y se moría apestada en Argel. Con todo no me morí, pero sí mi eunuco y casi todo el serrallo de Argel.
     Pasados los primeros estragos de la espantosa peste, volví a ser puesta a la venta. Me compró un mercader que me llevó a Túnez, donde me vendió a otro mercader que me revendió en Trípoli, para pasar luego a Alejandría, y de Alejandría a Esmirna, y por fin a Constantinopla, donde pasé a manos de un agá de los jenízaros, que a poco recibió la orden de ir a defender la ciudad de Azof contra los rusos, que la tenían sitiada.
    Azof fue asaltada a sangre y a fuego; solo quedó nuestro fortín, y los enemigos se propusieron vencernos por hambre. Los veinte jenízaros habían jurado no rendirse, y cuando el hambre los puso en jaque, por no violar su juramento comiéronse a los dos eunucos, y pocos días después a las mujeres.
Nuestro imán, piadoso y compasivo, persuadió a los Jenízaros, dicndoles que no nos matasen del todo.
    -Cortad nada más una nalga a cada mujer, y comeréis un buen bocado; si la necesidad obliga a echar nuevamente mano en este recurso, podéis hacer lo mismo dentro de algunos días; el cielo os agradecerá una acción tan caritativa y seréis socorridos. Todas estuvimos a las puertas de la muerte.
Apenas los jenízaros se hubieron comido las provisiones que nosotras les proporcionamos, cuando sus enemigos llegaron y atacándolos no dejaron ni uno de muestra.
    En fin, para no alargarnos, te diré que: "en las tierras que el destino me hizo recorrer y en las tabernas donde serví, trabé conocimiento con innumerables personas que execraban su existencia; únicamente vi a diez de ellas poner voluntariamente fin a sus miserias: a tres negros, cuatro ingleses  y otros tres ginebrinos. Acabé por entrar a vuestro servicio cuando el judío Issachar me puso a vuestras ordenes, hermosa señorita. Vuestro destino es ahora el mio, y debo deciros que lo que a vosotros ha sucedido me ha interesado más que lo que me sucedió a mí. Ni siquiera habría hecho mención de mis desgracias, si no me hubieseis excitado a ello, y si no fuese moneda corriente en un buque contarse historias para matar el rato. En fin, señorita, tengo experiencia y conozco el mundo; si queréis distraeros, preguntad a cada uno de los pasajeros a que os cuente su historia, y si entre todos, uno sólo no ha maldecido su vida, y se ha dicho a sí mismo que era el más infortunado de los hombres, arrojadme de cabeza al mar."

    Querido lector, si te ha gustado este cuento puedes continuarlo en la lectura de "CÁNDIDO" 

    VOLTAIRE, 1694-1778. Un ilustrado del Siglo de las Luces, que utiliza el cuento ejemplar y la ironía como forma de enseñanza.