"En los umbrales de los tiempos, sólo existía el día y era cuando las hijas de Lilit eran iguales a los hijos de Adán.
No existía la noche ni su oscuridad. El tiempo nunca se apagaba y el placer de vivir jamás dormía.
Un día, los hijos de Adán quisieron ir lejos, a buscar lo desconocido. Caminaron durante días. Agotados, cerraron sus ojos y conocieron la noche, con sus pesadillas. Desde entonces, los hijos de Adán no tienen luz necesaria en sus ojos para ver nítidamente a las hijas de Lilith.
Si el cansancio no fuera mayor que la ilusión por la vida, tal vez las noches dejarían de llorar estrellas para iluminar la ceguera y, tal vez, los hijos de Adán sabrían descubrir nuevamente el placer de la vida, acompañados con las hijas de Lilit."
El idioma beréber es muy dado a la tradición oral. La cultura se
transmite de madres a hijos. Son las voces femeninas las que han
hecho pervivir la lengua y cultura de este pueblo autóctono del
norte de África de ahí el homenaje que brinda Mohamed Hammu a las
mujeres
"Hay una historia entre vosotras, quien la busque la encontrará..."
Todas tienen el mismo turno de palabra. Se interiorizan con todos los sentidos, se produce un estado emocional de tranquilidad, paz y armonía para el espíritu.
"La
palabra contada, al narrarla en vivo, activa los sentidos y aísla el
dolor para dar lugar a la compañía de las presentes y empequeñece
la soledad cotidiana y sus miedos." "Es
una forma que tiene la mujer de mantener su espacio, ya que tienen
muchos lugares prohibidos para poder acceder. Por eso, ha mantenido
de manera clandestina este espacio para la palabra contada, no sólo
para contar historias, sino para curarse el alma, la pena, la locura.
Al igual que los cuentos de Sherezade, no son cuentos sobre el culto
a la belleza, sino sobre la supervivencia.
El objetivo de estas reuniones es contar algo que sirva para tener
amor, para aliviar toda esa tristeza y miseria."
La
historia más valorada no es la más bella ni larga, sino la más
profunda, la que emociona.