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lunes, 24 de septiembre de 2018

LA HISTORIA DEL VIEJO JUDíO, DAVID GOLDER.

     Con el titulo de "David Golder", la escritora rusa, Irene Némirovky, nos obsequió allá por 1929 con esta joya literaria. Fue su primer libro y el inicio de una brillante carrera, que fue tristemente segada en un campo de exterminio nazi.



     David Golder, es la historia de un hombre hecho a sí mismo. Huyendo de la miseria de su pequeño pueblo en Ucrania, se embarcó en el Mar Negro rumbo a Europa en busca de fortuna. Un hombre duro que no le temió al trabajo ni al hambre, un hábil negociador que consiguió hacer una fortuna; no en una ocasión sino en varias y de igual forma conoció la ruina, ésta le acompaño hasta el fin de sus días.
    Tiempos convulsos los inicios del siglo XX. En ellos se desarrolla la historia de los últimos años de este hombre, de este viejo judío ucraniano que supo que estaba solo y muriendo, pero no por ello tiro la toalla. 

    Escuchémosle en su último viaje  rumbo a Constantinopla : "¿Cuántos años tienes? 
     -Dieciocho, señor. 
     -¡Ah! Casi los mismos que yo cuando me marche. 
     -¿Es usted de la región? 
     -Sí.
     -Tu primer viaje en barco... -dijo- ¿Y dónde piensas ir? 
     -De momento, a París. Tengo un primo que es sastre allí. Se estableció antes de la guerra. Pero, en cuanto reúna un poco de dinero, me voy a Nueva York. ¡Nueva York...! -repitió con entusiasmo- Allí...
      Pero Golder no lo estaba escuchando. Con una especie de sordo placer se limitaba a observar los movimientos de las manos del muchacho. Aquellos incesantes aspavientos que le agitaban todo el cuerpo, aquella voz atropellada que se comía las palabras, aquella fiebre, aquella fuerza joven, nerviosa... También él había tenido la ávida y exuberante juventud propia de su raza... Pero de eso hacía mucho tiempo.
      -Te vas a morir de hambre, ¿sabes? -le espetó.
      -¡Bah, estoy acostumbrado! 
      -Sí, pero allí es peor...
      -¿Qué importa? Eso dura poco...
       Golder soltó una carcajada brusca y cortante como un latigazo.
      -¿Ah, sí? ¿Eso crees? Qué tonto... Dura años y más años. Y luego no es mucho mejor...
       -Luego te haces rico... -murmuró el muchacho con vehemencia.
       -Luego te mueres -lo corrigió Golder-. Solo, como un perro, como has vivido...
       Se interrumpió y, ahogando un gemido, echó la cabeza atrás. Otra vez aquel dolor en el hueco del hombro y la angustia del corazón, que parecía haber dejado de latir...
       -¿Se encuentra mal? -preguntó el muchacho-. 
       -Es un mareo... ¿Así que quieres hacerte rico? Pues mírame bien -añadió bajando la voz- ¿Crees que merece la pena?
        Hundió la cabeza en el pecho. Por un instante, tuvo la sensación de que el ruido del viento y el mar se alejaba, se convertía en un rumor confuso y acariciante... De pronto oyó la voz aterrada del muchacho que gritaba: 
   -¡Socorro!
  
    Así termina una vida y así comienza la esperanza y la ilusión de otra. Repetición, comienzo. La vida y muerte están siempre cerca una de otra; la agonía de la vejez se convierte en fuerza y en pujanza en el joven. Así fue y así seguirá siendo el mundo.