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miércoles, 13 de mayo de 2020

TRECE DE MAYO, LA PRIMERA SALIDA AL RÍO DESPUES DE DOS MESES CONFINADOS.


    Ya ha llegado el verde mayo y con él... el deseado fin del confinamiento. 
 
    El mes de las flores, el más apreciado por los niños en la escuela. Por las tardes homenajeábamos a la virgen con cánticos y con Ave-marias. Un día como hoy, nos contaban, tuvo lugar el milagro, un 13 de Mayo en la no muy lejana Fátima. El milagro de los niños pastores y aunque nosotros no nos dedicásemos al oficio de cuidar rebaños nos sentíamos participes también de aquella historia hecha a la medida de nuestras mentes infantiles.




   Decidimos acercarnos al río. La mañana está fresca, con más nubes que claros después de una noche de lluvia. Pero para que esperar, el río nos aguarda, con su corriente siempre en movimiento y su cauce lleno de agua aunque sin rebosar.




    Acercarme hasta él como otras muchas veces, recorrer sus orillas, nunca iguales, siempre diferentes. Escuchar el canto de los pájaros ocultos en las ramas. Vislumbrar los campos moteados de blanco por cigüeñas y garzas. Si caminas despacio y en silencio podrás verlas de cerca sin ser vista y cuando te descubran levantarán el vuelo.



    La húmeda primavera ha dejado las lindes del camino pletóricas de hierbas y de flores: amapolas y malvas, margaritas y estragones, junto a los matojos de tamarices e hinojos. Los campos de labor sembrados de alfalfa y de trigo se extendían ante nuestros ojos. Junto al río los grandes árboles. Algunos chopos desmochados por los vientos del invierno. Los más fuertes, los que aguantan los envites del cierzo sujetos a la tierra hundiendo sus raíces par agarrarse a ella, son: los fresnos y los sauces, álamos, chopos, saúcos y zarzales y junto a ellos los endrinos y la planta del regaliz que se da muy abundante en estas tierras del Ebro.





   He sacado algunas fotos, ¿cómo no?, del paisaje que no me cansa nunca y de alguna de sus torres, esas viviendas de campo, que han quedado ahí por falta de huso, en mitad del tiempo y en el abandono.
Nuestro paseo nos ha llevado hasta la Cartuja; ese barrio rural y singular donde siempre me gusta detenerme. En una terraza junto al parque de moreras y tilos nos hemos sentado a tomar el aperitivo. Y hoy ha sido, después de 60 días de encierro nuestro primero en una terraza.