El blog de Teresa. teresamonterde.blogspot.com

viernes, 16 de octubre de 2020

SHEREZADE. ASÍ, COMIENZA LA HISTORIA DE LAS MIL Y UNA NOCHES.

    

     Allá por los años donde lo mágico y lo real se entrecruzan surge esta historia. 

    En aquel entonces, había grandes señores: Majarajás, Visires, Sultanes, Genios... Pues en fin, en uno de esos reinos, murió un gran señor, un Sultán. De los dos hijos que tenía, uno heredo el sultanato y el pequeño el territorio de Tasmalia. Los dos eran jóvenes y se habían casado con  bellísimas  jóvenes de alto rango

    El hermano pequeño, señor de Tasmalia, descubrió por azar que su joven esposa le engañaba y de un solo tajo acabo con la vida de los dos amantes.

   

 


    Con gran pesar y gran abatimiento acudió al palacio de su hermano el Sultán en busca de consuelo; y también de forma azarosa se fijó en que la Sultana se entretenía lascivamente con su criado negro. 

    El hecho de saber a su querido hermano engañado mitigo algo su dolor y casi le hizo olvidar su infelicidad, pues pensó: Si mi hermano, el Sultán siendo mucho más poderoso que yo, también ha sido engañado por su esposa, mi humillación es mucho menor. (Las penas compartidas siempre son  más ligeras de llevar) Feliz de no ser el único engañado, da cuenta del agravio a su hermano. 

    La ira del Sultán no fue menor que la del señor de Tasmalia. Ciego de rabia fue al  encuentro de la Sultana, que le era infiel e hizo rodar su cabeza. Pero como era poderoso, joven e irascible no se contento solo con eso. Allí mismo, en el harén y en presencia de todas las esposas y concubinas, él solo hizo una masacre. Cortaba, ensartaba y volvía a cortar, cabezas, brazos..., la roja sangre brotaba sin cesar y por todos los salones. No paró hasta haber terminado con todas ellas, pues creía que todas las mujeres eran iguales: vanas e irresponsables, crueles y lascivas.

    Pero, no hay historia que se precie sin peros. Llego un día en que el gran Sultán se sintió solo y le pidió a su Visir que le consiguiese más mujeres para pasar las largas y tristes noches de palacio y decapitarlas una vez amanecido.

     El Visir apesadumbrado por tantas y tantas muertes le contó a su hija Sherezade los problemas que le aquejaban a él y al reino, de principio a fin.  

    Ella escuchó cuidadosamente y le propuso: por todos los Dioses, padre, cásame con el rey, porque si no me mata él antes, yo seré la causa de la salvación de las hijas del reino.



 


    Sherezade, la hija del Visir, llena de valor e ingenio, traza un plan: se ofrece como esposa del sultán y la primera noche logra sorprender al rey contándole un cuento y salvando su vida. El sultán se entusiasma, pero la muchacha interrumpe el relato antes del alba y promete el final para la noche siguiente. Así, durante mil noches. Al final, y entre cuento y cuento, ella da a luz a dos hijos del mencionado Sultán y después de mil y una noches, el sultán feliz y agradecido, le conmuta la pena para seguir disfrutando de su ingenio y compañía.