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miércoles, 1 de febrero de 2017

LA CURIOSIDAD DE CONOCER Y LA LECTURA


La naturaleza en general y los animales en particular, son los campos con más recorrido para nuestra curiosidad.  La vida es viaje, la vida es conflicto.  De eso no escapamos.


    Curioseando sobre el despertar de la curiosidad llegamos a los sistemas educativos, a los que se reprocha no estimular el libre ejercicio de la imaginación. “No digo que antes la situación fuera ideal pero hasta mediados del siglo veinte había una noción de la educación por la educación misma. Con métodos equivocados, demasiado severos, pero para ser un ciudadano válido tenías que poder ejercitar la mente. Hoy es al contrario, decimos que no importa que ejerzas la imaginación, la mente; lo que tienes que hacer es adiestrarte para trabajar. Hemos convertido a nuestros hijos en esclavos del sistema y no nos preocupa. Eso es lo que angustia más, refleja un cierto desasosiego frente a la pérdida de un arte que, si bien no era tan común como pensamos, al menos gozaba de un prestigio que ya no tiene hoy en día. Quizás, en lugar de tratar de hallar métodos y estrategias para fomentar la lectura, debiéramos preguntarnos por qué leer ha perdido su antiguo prestigio.
¿Por qué las campañas en favor de la lectura dan tan ínfimos resultados? ¿Por qué no somos capaces de crear más lectores verdaderos?
  Julio Cortázar, lo explicó así: “Un cronopio pequeñito buscaba la llave de la puerta de calle en la mesa de luz, la mesa de luz en el dormitorio, el dormitorio en la casa, la casa en la calle. Aquí se detenía el cronopio, pues para salir a la calle precisaba la llave de la puerta”. La llave que nos permitiría crear lectores es la misma que protege los valores de la sociedad en la que vivimos. Y si esos valores alientan a lo fácil, lo rápido y lo superficial, no podemos pretender que también alienten lo difícil, lo lento, lo profundo, las calidades que definen el arte de leer.
   Somos una sociedad mercantil que necesita, para seguir existiendo, consumidores y no lectores. La lectura inteligente y detenida puede alentar la imaginación y fomentar la curiosidad y, por lo tanto, hacer que nos neguemos a consumir ciegamente. Es por eso que Christine Lagarde, ardiente defensora de las sociedades de consumo, cuando era ministra de finanzas durante el Gobierno de Sarkozy, dijo a sus ciudadanos que se quejaban de la crisis: " Trabajen más y piensen menos". Madame Lagarde sabía muy bien que un pensador nunca sería un buen consumidor.
     “Raymond Queneau dijo que todo libro es o La odisea o La Illiada, toda historia es una historia de viajes o de guerra. Pero todas nuestras historias encierran una de esas dos cosas y, a veces, esas dos cosas al mismo tiempo. La vida es viaje, la vida es conflicto. De eso no escapamos”.