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jueves, 7 de enero de 2016

A MI ME GUSTA EUROPA

    Un faro que alumbra, una estrella que ilumina los ideales gestados en el pasado siglo es Europa. La libertad, la tolerancia, los derechos humanos, la democracia. Todos ellos son valores asociados al entorno comprendido entre la Estepa rusa y las costas del Océano Atlántico. Un refugio de libertades para todos los que vienen huyendo de la intolerancia y el totalitarismo. Esa es la Europa que me gusta y la que vale la pena mantener.


    Tras una guerra continua que duro casi treinta años, si contamos desde el inicio de la primera guerra mundial, 1914 hasta el 1945 fin de la segunda, encontramos una Europa en ruinas, degradada y con millones de muertos. 

    La paz en Europa era el objetivo, la ambición moral que animaba a los hombres más preclaros de aquella Europa destruida de posguerra. Pero ¿cómo? Los fundadores del proyecto de integración europea habían reconocido al agresor responsable de tanta destrucción, de tanta muerte y de tanto sufrimiento. El agresor era el nacionalismo, esa llama ideológica que inflama a las naciones y sus miopes dirigentes.
   "Sea lo que sea que decidamos e intentemos llevar a cabo en las nuevas instituciones, el objetivo es y sigue siendo la superación de las naciones y la organización de una Europa posnacional" Walter Hallstein

"El nacionalismo ha destruido la cultura y la civilización europea", nos dijo Stefan Zweig

   Por otro lado tenemos a un montón de pensadores que compartiendo la misma  idea  la fueron pergeñando con la luz de sus escritos. Todos ellos conforman un referente cultural europeo con brillo incuestionable. Nombres como: Voltaire, Diderot, Heine, Tolstoi, Pessoa, Pérez Galdós, Ibsen, Dickens, Boll, Amos Oz y muchísimos más. 

    La vieja idea de los filósofos ilustrados de la unidad y la tolerancia dentro de la diferencia es nuestro punto de referencia. Estado de bienestar, escuelas y universidades públicas, agua limpia, aire limpio, parques y bosques comunales, buen transporte público, hospitales, guarderías, salarios justos y otras muchas reivindicaciones.

    Este ideal que tiene muy pocos años de existencia, se encuentra otra vez amenazado por los de siempre, políticos con afán de gloria que defienden intereses caciquiles y egoístas; cada uno por su lado y en beneficio propio. Esta es la realidad a día de hoy, decepcionante y caótica. 

    Ante este panorama, ¿no deberíamos todos repensar  y trabajar conjuntamente por los viejos ideales de una Europa unida, por la supresión de las fronteras, la libre circulación de personas y la superación de los intereses egoístas que animan a los estados nacionales? Y mantener la Unión Europa como solución a los conflictos nacionalistas apostando por un mundo más justo y solidario.