El blog de Teresa. teresamonterde.blogspot.com

martes, 2 de febrero de 2016

¿DE DÓNDE VIENE ÉSTE ODIO-MIEDO A LAS MUJERES....?


Sé que el tema es complejo y que viene de lejos, no pretendo agotarlo. Que más quisiera yo que aclarar la cuestión de tal enfrentamiento. Dar un poco de luz, con eso me conformo. La convicción que tengo de que las religiones han hecho lo imposible por mantener al  sexo femenino bajo el yugo del hombre, es una gran certeza. No importa si miramos la religión judía, la cristiana o la islámica, todas adoradoras del mismo dios déspota, mandón, que castiga si no sigues sus leyes. Todas ellas son para mi las responsables de haber mantenido, y seguir manteniendo a la mitad de la humanidad, que somos las mujeres, en un estado crónico de indefensión. De negarnos razón e inteligencia y del robo, con todo tipo de agravantes, de la libertad. Las religiones monoteístas, las adoradoras del solo dios, nos han negado siempre la libertad de ser seres humanos libres, de tener alma, de tener emoción. Todo esto, a través de mil años. Nos designaron a la tutela de -padres y maridos-, a la sumisión, a la estrechez de miras, al machismo y al vacío existencial. Tener capacidad y no tener derechos. Esta escisión vital no puede ser inocua, conlleva sufrimiento, alienación, locura y mil trastornos más.

No deja de ser curioso que el odio a las mujeres sea similar a una variación sobre el odio a la inteligencia, a lo que se suma el odio a todo lo que nosotras representamos para los hombres: el deseo, el placer y la vida. Incluso a la curiosidad: se denomina "hija de Eva" a toda mujer curiosa. Ella da deseos y también da la vida; a través de ella se perpetúa el pecado original, que como asegura Agustín de Hipona, se transmite desde el nacimiento en el vientre de la madre. Otra culpa que recae sobre nuestro sexo.


¿Habrá que ver en ese odio-miedo a las mujeres, compartido por las religiones monoteístas, la consecuencia lógica del odio a la inteligencia? Volvamos a los textos: el pecado original, la culpa, la voluntad de saber, se deben primero a la decisión de una mujer, Eva. Adán, el tontorrón, se queda satisfecho con obedecer y someterse. Cuando la serpiente habla,- lo cual es normal, sabido es por todos que las serpientes hablan-, se dirige a la mujer y entabla un dialogo con ella. Serpiente tentadora, mujer tentadora, por lo tanto mujer tentadora para toda la eternidad; es un paso fácil de dar...

Éstas religiones prefieren mil veces el Ángel a la Mujer. Mejor un mundo de serafines, tronos y arcángeles que un universo femenino. Nada de sexo. La carne, la sangre y la líbido se asocian de forma natural con las mujeres, y proporcionan al judaísmo, al cristianismo y al islam ocasiones para establecer lo lícito y lo impuro, y así atacar el cuerpo deseable, la sangre de las mujeres liberadas de la maternidad y la energía hedonista. La Biblia y el Corán se regodean en estos temas.

Las llamadas religiones de libro -Torá, Biblia y Corán- detestan a las mujeres: solo aman a las madres y a las esposas. Para salvarlas de tanta negatividad solo hay dos soluciones - de hecho, una en dos tiempos-, casarse con un hombre y darle hijos. Cuando atienden a su marido, cocinan y se ocupan de los problemas del hogar, y además alimentan a los niños, los cuidan y los educan, ya no queda lugar para lo femenino en ellas: la esposa y la madre matan a la mujer. Con eso cuentan los rabinos, los curas y los imanes, para tranquilidad del varón.

Eva también aparece en el Corán como mujer de Adán, pero nunca la nombran... ¡lo innominado es innombrable! fue creada en segundo lugar, como un accesorio, de la costilla de Adán. Primero el macho, y luego el resto, la migaja: la hembra. El orden de llegada, la insignificancia existencial, la responsabilidad de la culpa, todo agobia a Eva. Desde entonces, paga el más alto precio.

Su cuerpo está maldito y ella también. Los cristianos sometieron a discusión en el Concilio de Macón en 585 un ensayo en el que se intenta demostrar, que las mujeres no somos criaturas humanas... No se sabe si el ensayo sufrió algún cambio. Basta con conocer las innumerables imprecaciones misóginas de Pablo de Tarso...-, pero la prevención de la Iglesia contra las mujeres sigue siendo de una actualidad siniestra. 

De aquellos polvos provienen estos lodos. Poco tenemos que agradecer las mujeres a la Iglesia y a sus patriarcas. Quizás, habernos relegado al olvido y al ninguneo durante miles de años. Condenarnos también a la alienación, a la culpa, a la histeria. Aún hay algún imbécil hoy, que se cree con derechos sobre nosotras, por seguir la tradición, por creer el hecho mil veces falseado, de ser los primeros sacados de la nada, a imagen  y semejanza de Dios.

Hombres que juegan a ser dioses con la vida de las mujeres, ultrajando, castigando, violando y llegando incluso a darles muerte. La dignidad de las personas está en juego y no está en la religión la solución del problema, más bien al contrario, su invención, su dogma y doctrina son las causantes del problema.