LA MODERNIDAD O
TRAGEDIA DEL DESARROLLO
Desde que
existe una cultura moderna, la figura de Fausto ha sido uno de
sus
héroes culturales. En los cuatro siglos transcurridos desde su
debut en 1587, la historia ha sido contada una y otra vez, en
todas
las lenguas modernas, en todos los medios conocidos, desde las
óperas
hasta los títeres y los tebeos en todas las formas
literarias.
Aunque la
figura de Fausto
ha tomado muchas formas, prácticamente siempre es un
«muchacho de
pelo largo», un intelectual inconformista, un personaje
marginal y
sospechoso. En todas las versiones, también, la tragedia o
la
comedia se produce cuando Fausto «pierde el control» de las
energías de su
mente, que entonces pasan a adquirir una vida propia,
dinámica y altamente
explosiva.
El Fausto de
Goethe supera a todos los demás por la riqueza y
profundidad de su
perspectiva histórica, por su imaginación moral, su inteligencia
política, su sensibilidad, su percepción psicológica. Abre nuevas
dimensiones a la moderna conciencia de sí mismo que emerge y que el
mito
de Fausto siempre ha explorado. La mera inmensidad no sólo de
su ambición
y sus alcances, sino también de su visión genuina,
llevó a Pushkin a llamarlo
«una Ilíada de la vida moderna».
El trabajo de
Goethe sobre el tema de
Fausto comenzó al rededor de 1770, cuando
tenía veintiún años, y continuó
intermitentemente durante los
sesenta años siguientes; no consideró que la
obra estuviera
terminada hasta 1831, un año antes de morir a la edad de
ochenta y
tres años, y ésta no apareció en su totalidad hasta después de
su
muerte. Por lo tanto la obra estuvo en elaboración durante una
de las eras
más turbulentas y revolucionarias de la historia del
mundo. Gran parte de su
fuerza procede de esta historia: el héroe
de Goethe y los personajes que lo
rodean sufren, con gran intensidad
personal, muchos de los dramas y
traumas de la historia mundial por
los que atravesaran Goethe y sus
contemporáneos; todo el desarrollo
de la obra representa el desarrollo más
vasto de la sociedad
occidental.
En la versión
de Goethe del tema de Fausto, el sujeto y objeto de la
transformación
no es meramente el héroe, sino el mundo entero. Él Fausto de
Goethe
expresa y dramatiza el proceso por el cual, a finales del siglo XVIII
y
comienzos del XIX, hace su aparición un sistema mundial
característicamente
moderno.
La fuerza
vital que anima al Fausto de Goethe, que lo distingue de
sus
predecesores y que genera buena parte de su riqueza y dinamismo,
es un
impulso, el deseo de desarrollo. Las
encarnaciones anteriores
de Fausto habían vendido sus almas a cambio de
ciertas cosas buenas
de la vida claramente definidas y universalmente
anheladas: dinero,
sexo, poder sobre los otros, fama y gloria. El Fausto de Goethe le
dice a Mefisto que sí desea todo eso, pero que esas cosas no
son en
sí mismas lo que él quiere:
“Ya lo oyes
que no se trata de gozar. Yo me entrego al torbellino, al placer
más
doloroso, al odio predilecto, al sedante enojo. Mi pecho, curado ya
del tal saber, no ha de cerrarse en adelante a ningún dolor, y en
mi ser íntimo, quiero gozar lo que de toda la Humanidad es
patrimonio, aprender
con mi espíritu así lo más alto como lo más
bajo, en mi pecho hacinar sus
bienes y sus males, y dilatar así mi
propio yo hasta el suyo y al fin, como ella
misma, estrellarme
también”
Lo que este
Fausto desea para sí es el proceso dinámico que incluya todas
las
formas de la experiencia humana, tanto la alegría como la desgracia,
y
que las asimile al crecimiento infinito de su personalidad; hasta
la
autodestrucción será parte integrante de su desarrollo.
El único
modo de que el hombre moderno se transforme, como
descubrirá Fausto
y también nosotros, es transformando radicalmente la
totalidad del
mundo físico, social y moral en que vive. Pero los grandes,
desarrollos que inicia (intelectual,
moral, económico, social)
terminan por exigir grandes costes humanos.
Aquí reside el
significado de la relación de Fausto con el diablo:
Los poderes
humanos sólo pueden desarrollarse mediante lo que Marx llamaba
«las
potencias infernales», las oscuras y pavorosas energías que pueden
entrar en erupción con una fuerza más allá de todo control humano.
El
Fausto de
Goethe es la primera tragedia del desarrollo y sigue siendo la mejor.
La historia de Fausto se puede, seguir a través de
tres
metamorfosis; emerge primero como el Soñador, luego, gracias
a la
mediación de Mefisto se transforma en el Amante, y
finalmente, mucho después de concluida la tragedia del amor,
alcanzará el clímax de su vida como
el Desarrollista.
Continuará...
Marshall Berman