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sábado, 4 de junio de 2016

CITAS DE G. K. CHESTERTON



    (Campden Hill, 1874 - Londres, 1936) Crítico, novelista y poeta inglés, cuya obra de ficción lo califica entre los narradores más brillantes e ingeniosos.

     Maestro de la ironía y del juego de la paradoja lógica como motor de la narración, excéntrico, orfebre de sentencias de deslumbrante precisión, en su abundantísima obra, aparecen todos los géneros de la prosa, se dedicó a la narrativa detectivesca, El hombre que fue Jueves, una de sus obras maestras, se publicó en 1908.
   - Hay quienes se quejan de que un hombre no haga nada; otros, todavía más misteriosos y sorprendentes, se quejan de no tener nada que hacer. Cuando se encuentran con horas libres, o incluso con hermosos días de asueto, refunfuñan por tanta holganza. Cuando reciben el regalo de la soledad, que es el regalo de la libertad, lo desprecian, lo destruyen de forma deliberada mediante algún espantoso juego de cartas o con una pelotita... No puedo evitar estremecerme cuando los veo desperdiciar mediante cualquier actividad esas vacaciones que tanto les cuesta ganar. Por mi parte, nunca me cansaría de no hacer nada.
   - La única simplicidad que vale la pena de conservar es la del corazón, la simplicidad que acepta y goza.
   - Loco no es el que ha perdido la razón, sino el que lo ha perdido todo, todo, menos la razón.
   - El optimista cree en los demás y el pesimista sólo cree en sí mismo.
Admiramos las cosas por motivos, pero las amamos sin motivos.
   - En todo aquello que vale la pena de tener, incluso en el placer, hay un punto de dolor o de tedio que ha de ser sobrevivido para que el placer pueda revivir y resistir.
   - Siempre se ha creído que existe algo que se llama destino, pero siempre se ha creído también que hay otra cosa que se llama albedrío. Lo que califica al hombre es el equilibrio de esa contradicción.
   - La mediocridad, posiblemente, consiste en estar delante de la grandeza y no darse cuenta.
   - La finalidad de la vida es la apreciación: no tiene sentido no apreciar las cosas, y no tiene sentido poseer más cantidad de ellas, si no se las aprecia.