(Campden
Hill, 1874 - Londres, 1936) Crítico, novelista y poeta inglés, cuya
obra de ficción lo califica entre los narradores más brillantes e
ingeniosos.
Maestro
de la ironía y del juego de la paradoja lógica como motor de la
narración, excéntrico, orfebre de sentencias de deslumbrante
precisión, en su abundantísima obra, aparecen todos los géneros de
la prosa, se dedicó a la narrativa detectivesca, El hombre que fue
Jueves, una de sus obras maestras, se publicó en 1908.

- La
única simplicidad que vale la pena de conservar es la del corazón,
la simplicidad que acepta y goza.
- Loco
no es el que ha perdido la razón, sino el que lo ha perdido todo,
todo, menos la razón.
- El
optimista cree en los demás y el pesimista sólo cree en sí
mismo.
Admiramos las cosas por motivos, pero las amamos sin motivos.
Admiramos las cosas por motivos, pero las amamos sin motivos.
- En
todo aquello que vale la pena de tener, incluso en el placer, hay un
punto de dolor o de tedio que ha de ser sobrevivido para que el
placer pueda revivir y resistir.
- Siempre
se ha creído que existe algo que se llama destino, pero siempre se
ha creído también que hay otra cosa que se llama albedrío. Lo que
califica al hombre es el equilibrio de esa contradicción.
- La
mediocridad, posiblemente, consiste en estar delante de la grandeza y
no darse cuenta.
- La
finalidad de la vida es la apreciación: no tiene sentido no apreciar
las cosas, y no tiene sentido poseer más cantidad de ellas, si no se
las aprecia.